No somos lo que compramos

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Por Paul Sequeira*

“El hombre más rico de todos es el ahorrativo, el más pobre, el avaro” (NicolasChamfort)

Mi niñez me ha dejado gratos recuerdos, muchos de ellos salen a relucir constantemente, y en la mayoría de ocasiones, me hacen comparar aquella época de los ochentas y noventas con la actualidad. ¡Cuánto hemos avanzado tecnológicamente!, me digo.

Obsoleto está ya el reloj de pulsera marca Casio, modelo CA-53W-1, que mi madre me obsequió como motivación por haber aprobado el cuarto año de educación primaria. Aquel reloj, nada lujoso, también funcionaba como calculadora y era muy práctico para los trabajos en clase y las tareas.

Otro recuerdo, que también incluye a mi madre, era el extraño impulso de abrir el refrigerador sin la necesidad de tomar algo, abría la puerta y la sensación fría me acariciaba suavemente; miraba de arriba abajo, sin tocar nada, porque en realidad no necesitaba nada. Esto lo repetía quizá unas quince veces al día y cada vez que era observado por mi madre, ella lanzaba la misma frase: “¿qué es lo que tanto buscas en el refri? El recibo de la luz llegará muy alto por tu necedad”.

Como seres humanos podemos ser moldeados o influenciados, directa o indirectamente, por ideas positivas y negativas que nos empujan a realizar acciones que en muchas ocasiones no comprendemos. En el mundo actual, donde somos bombardeados por una gran cantidad de información, pienso en todos los niños y niñas que reciben información vía internet y televisión sin supervisión de sus encargados, y en cómo estos mensajes pueden abrir puertas a cosas que realmente no necesitamos conocer a edades tan tempranas. Una televisión, una computadora o un celular no son una niñera, mucho menos madre y padre.

El consumismo debería de preocuparnos, ese bombardeo de información masiva, esos ideales – deseos de obtener lo que queremos bajo cualquier circunstancia. Me es tedioso leer la mayoría de periódicos nacionales, cargados de publicidad con promociones tentadoras que me invitan a satisfacer aparentes necesidades humanas con las «cuotas mensuales más bajas del mercado», pero en las que al final de cuentas se termina pagando el doble o más del precio de contado. Autos, casas, viajes, computadoras, celulares, el repertorio es grande, hay mucho para elegir. Sin embargo, ¿nos sentamos a analizar si aquello que queremos comprar realmente es para cubrir necesidades inmediatas o si realmente queremos adquirir y adquirir solamente para tratar de llenar vacíos en nuestras vidas?

¿Realmente un niño de dos años necesita una Tablet? ¿Realmente se necesita tener un auto del año full extras aunque eso signifique endeudarse hasta el cuello al punto de no andar nada de dinero en efectivo en el bolsillo porque todo hay que darlo en una cuota mensual al banco?

Lo material es superfluo, hoy está, mañana tal vez no. Las personas despilfarran dinero, incluso aquellas que dicen no tener y estar desempleados. Algunas, no generalizo, viven en condiciones precarias y aún así gastan dinero en bienes que no vienen al caso, y es ahí donde vemos que al parecer es más importante tener una pantalla plana de 42 pulgadas y un Smartphone de 600.000 mil colones que tener algo digno que comer cada día.

Cada día tenemos la oportunidad de comenzar a girar un poco el rumbo de nuestra sociedad consumista, comenzando en nuestras casas con algo sencillo como lo es la importancia de ahorrar, de administrar inteligentemente el dinero que ganamos honradamente, por favor, léase honradamente, tal cual. Los niños y jóvenes deben de aprender de sus padres o responsables ante la ley a ser cautelosos con el dinero para utilizarlo de una manera sabia en sus necesidades verdaderas y en el disfrute de la vida sin que eso nos genere deudas y problemas.

Qué bien nos haría dejar de pensar que el jardín de la casa de al lado siempre es más lindo que el mío. Sería genial desintoxicarnos de la envidia y la excusa barata de tener más y más para encajar en una sociedad manipulada a gastar hasta lo que no tiene. Poseer pocas cosas no te hace inferior a los demás, y tenerlo todo no asegura completa felicidad.

Ya han pasado tres décadas y continúo abriendo la puerta del refrigerador, sin tocar nada,  muchas veces sin que necesite nada. Y me pregunto a mí mismo: “¿qué es lo que tanto buscas?”

*Profesor y músico.